Continuando
con la entrada anterior, dedicada a la pintura metafísica de De Chirico, realizaremos un repaso a los temas que dominan sus obras.
La
representación arquitectónica está presente a lo largo de toda la
obra, tanto pictórica como escrita, de De Chirico y a la que da gran
importancia, tanto es así que hasta el hombre carece de fuerza si no
está acompañado de un elemento arquitectónico. Inestabilidad del
hombre, solo ante la nada, debido a ello en todos sus cuadros aparece
representada una arquitectura que representa las calles y plazas de
Italia. De Chirico fue el primero como él mismo escribe en
demostrar la metafísica de las arquitecturas de las ciudades
italianas.
En sus oras resaltan ante todo las
plazas, basadas en los principios estilísticos de la perspectiva y
la luz espacial, elementos que separarán su lenguaje pictórico del
simbolismo alemán y del influjo francés y que ayudarán a la
formación de un espacio dechirichiano en el que introducirá la
búsqueda de la perspectiva abrupta y articulada en espacios
sesgados, cada vez más complicados. Esta perspectiva, tal y como la
encontramos en De Chirico, viene exigida por el sentido
arquitectónico y contribuirá de manera fundamental a crear esa
profunda e irrepetible atmósfera de sus escenarios metafísicos,
derivados del mismo repertorio de la pintura del Trecento toscano.
Estas visiones de las plazas de
Italia reflejan una melancolía reflexiva, una gran quietud... en
lugar del desasosiego futurista, en ellas apenas encontramos
referencias a la vida moderna, los pocos elementos que recuerdan el
progreso los encontramos en las misteriosas chimeneas que aparecen en
la distancia ¿fábricas? Y en los trenes, tal vez en alusión a su
padre, ingeniero ferrroviario.
Otro elemento propio de la pintura
metafísica son los maniquíes, la única representación “humana”
en sus primeras obras, junto con las estatuas. Estos maniquíes
empezaron a surgir en su ora en los años 1914-15, en su período
ferrarés en el que trabajó con diferentes artistas como Carrà o
Morandi. De Chirico los toma de las maquetas inspiradas en la poesía
de su hermano Alberto Savino, escritor en marcado en el futurismo y
que realizó para una obra de teatro “Les chants de la mi-mort”,
donde proponía la creación de un hombre-máquina en el que se habrá
abolido el dolor moral, la bondad,el afecto y el amor. Este
hombre-máquina será la representación del dinamismo y su contrario
será el hombre deshumanizado de la metafísica, el maniquí, que
también podemos relacionar con las esculturas de Boccioni, que en
1912 ya habían encarnado el modelo de hombre-máquina con sus
famosos elementos geométricos y mecánicos encastrados en las
cabezas, y que tanto recuerdan a las escuadras metafísicas que en
ocasiones parecen formar parte de los maniquíes, esta representación
de las escuadras también tiene su presencia en los ángulos de los
edificios y se integra con otras figuras geométricas.
Estas representaciones
deshumanizadas nos llevan a la contemplación de obras donde se hace
presente el silencio, la soledad de los paisajes y arquitecturas.